miércoles, 3 de febrero de 2010

El día en que los relojes se pararon,...

...el burro suspiró porque ya había llegado la hora. ¡Ya son las siete!- gritó un guerrero todavía empuñando la espada manchada de sangre. Miles y miles de cuervos volaron unísonos en su grasnar despavorido y el cielo, antes cubierto de sombras, por fin dejó ver a lo lejos un rayo de luz blanca. El enemigo, en todas sus formas, desesperaba y caía abatido de rodillas en el suelo, al mismo tiempo que quienes se habían mantenido firmes hasta la última hora gritaban, lloraban y reían de júbilo. Corrían unos hacia otros sin encontrar la mejor manera de expresar cómo es que sus corazones querían explorar de alegría. ¡Ha vencido! - se oía en todos los rincones de la tierra, ¡ha vencido!

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