domingo, 31 de julio de 2011

Estaba en un lugar abierto, no sé si una quinta o un patio. Fumaba, cuando por error el cigarro me quemó la punta de un dedo de la mano izquierda. Fue un dolor insoportable, más de lo normal. Tardé en quitarme la ceniza ardiente del dedo y cuando por fin lo logré, faltaba casi la totalidad del miembro. Aparté la mirada, y cuando lo volví a ver, había un pequeño vástago, bifurcado en el extremo y rosa por ser carne nueva. Momentos después, donde había un dedo se encontraban cuatro deformes con sus respectivos bífidos extremos. D. lo notó y poniendo su mano en mi boca clamó al cielo una liberación. Y mis dedos eran cinco y normales otra vez.