viernes, 19 de marzo de 2010

Novela

Le presento a mi lector el primer y único adelanto de mi muy esperada novela, para conseguir la versión completa habrá que esperar a que salga (en algún punto entre Mayo y Junio) y comprarlo en alguna librería de prestigio o pedirmelo a mí por una módica cantidad de $0 más el equivalente al costo de impresión. Favor de no plagiarlo ni nada similar. Todavía no tiene título y le falta mucho evidentemente, pero lo publico para que quede como hecho histórico:

Muchas distintas personas van acumulando pasos a la par de los nuestros. Algunas unos segundos, otras minutos y, las menos, horas. Unas pocas pasan largos años en el mismo caminar. Se van y regresan conforme les va dictando su conciencia, coinciden a veces, y a veces se apartan, regresan o jamás vuelven. Caminar terreno que ¡con tanta terquedad abrazan los hombres! Eterno en un momento y efímero al siguiente. Un paso, dos pasos, mil pasos o ninguno, no importa. Lo que importa es el porqué, el cómo, con quien, y sus respectivas trascendencias. ¿Se podrá valorar lo suficiente a éstas personas? pareciera que no, pero me gusta intentarlo.

Suspiró Tito lentamente. Cada vez le cansaba más escribir, por alguna razón le “faltaba inspiración”. Aún así estaba contento con este fragmento, y a final de cuentas sabía perfectamente que al releerlo en un futuro de algo le iba a servir, al menos para recordar su sentir en cada etapa de su vida, aunque para el resto de la raza humana, a la cual muchos de sus lectores pertenecían, algunos de sus escritos les parecieran irrelevantes.

Vio el reloj: se le hacía tarde. Cerró su libreta, guardó la pluma y el tintero y a toda prisa terminó de arreglarse. Era una noche especial, saldría con Betsy y, como pasaba seguido, se le había fugado un buen pedazo de tiempo y tuvo que correr por todos lados buscando lo que le faltaba. Pantalón cómodo, camisa decente, chaqueta y capa a juego que le daban medio toque de elegancia y uno y medio de excentricidad. Se pasó el peine dos o tres veces y con el cepillo de dientes en la boca, se abrochaba el cinturón mientras con un pie se ajustaba el zapato en el otro. Bajó las escaleras hacia el primer piso y de pasada agarró un chocolate que estaba demasiado a la vista, - ¡me lleva! - dijo en voz alta y se regresó brincando los escalones de dos en dos para volverse a lavar los dientes. Medio que terminó, bajó corriendo y salió de su casa dejando la puerta atrás de él. Volvió a entrar y subió ahora casi de tres en tres escalones para llegar a su cuarto y ponerse loción, dio tres pasos a la salida y cuatro de regreso para ahora meter su reloj al bolsillo derecho y salió como alma que lleva el viento a la calle, ahora si sin olvidar ponerle llave a la puerta de la entrada.

Se apresuró a tomar un carro. - Calle “de las bugambilias”, en el centro, rápido porfavor – dijo al chofer. Cerró la puerta, oyó el relinchar de los caballos y se relajó (aunque sólo un poco) con el pasó firme y constante de tan finas bestias, el suave aire que entraba por la ventana y la vista de la ciudad anochecida, alumbrada sólo por farolas y amenizada por la gente que salía a pasear en sus aceras, jardines y parques.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Hoy iba caminando como de costumbre por donde lo hago regularmente. Tuve que cambiar de dirección porque había que ir con cierta persona desconocida a entregarle determinado papel que contenía alguna información para conseguir un favor. Saliendo de dicho lugar y retomando mi acostumbrado caminar, pasó por mi cabeza la idea de que quizá, por haber modificado aunque fuera tan mínimamente mi habitual proceder, algo pasaría. Algo curioso, raro, repentino, estrepitoso, inesperado, tenebroso y anormal, que no pasaría de haber sido más prudente antes de actuar. Apenas había empezado a desmentirme a mi mismo con un contrargumento positivista, probabilístico e intelectual, cuando sucedió, con todos los adjetivos antes mencionados.

Aires extraños soplan en estos días. Estad alerta.
Hoy soñé que iba bajando por la ruta que me llevaría de mi casa a la parada de algún camión particular. No estoy seguro de que fuera mi intención tomarlo, pero si de que bajaba. Vi entonces una imagen en la que tres personas, una de las cuales era yo, otra un presbítero vestido de civil y otra cuya cara no recuerdo estuvimos platicando. El presbítero intentó despedirse de mi con un gesto de manos como el que hacen los jóvenes de hoy, pero no sé si por mi culpa o por la suya, erramos dos o tres veces el contacto deseado para luego desistir. Seguí mi camino en picada. Lo próximo que vi fue una escena de dos jóvenes bellas que jugaban un juego desconocido sentadas en un piso de concreto regularmente destinado para el deporte. En eso voltearon a verme mientras yo subía y bajaba flotando tranquilamente sobre una ola gigantesca que precedía a un ondulado manto aquífero de aguas cristalinamente azules. Se rieron de la manera en que subía y bajaba casi hipnoticamente y pasé por encima de ellas, sin lastimarlas claro. En una de las bajadas me hundí y por un momento me faltó el aire así que salí apresurado a tomarlo, lo que causó que ellas se rieran más. Entonces me reí y seguí mi camino de subir y bajar, dejándolas atrás.

lunes, 8 de marzo de 2010

Sinestesia

Me encontraba maquinando colores desabridos en la tempestad de mi dolor. Herido con un dardo maloliente, pútrido, podía oír como mi corazón se desgarraba. La tibia sangre iba abandonando mi cuerpo y mi cabeza seguía perdiendo color. En eso de mi alrededor, o de mi mente, se oyó una bella dama cantando con dulce proceder, como el olor de un millón de rosas, suavizando el ardor de mis heridas por medio de sonidos celestiales. Su mirada se sentía penetrante, terrible y hermosa. Las heridas comenzaron a sanar, cuando me miró, cuando me tocó, sentí morir, pero por fin supe, por fin viví.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Ventana

- ¡Huye!

- ¡No, no te voy a dejar así!

- Que te vayas, ya vienen, no hay nada que hacer aquí, voy a ganarte algo de tiempo y luego te sigo.

Si hasta entonces habían luchado lado a lado, sabían que era tiempo de separarse. La cosa se había puesto fea y ya no era ningún juego de niños. Se oían los pasos afuera, cómo la reja caía estrepitosamente y los burros huían veloces rebuznando, casi llorando.

- Ya viene, porfavor vete- suplicó Juan

- Cuidate mucho Juan, apenas puedas huye tu también- dijo Ana sollozando

Juan le limpió la lágrima que caía por su cara y la abrazó.

- Te amo hermanita, pero corre ya porfavor

Se oyó entonces un estruendoso ruido y las puertas se abrieron de par en par al mismo tiempo que una ráfaga de viento pútrido y fugaz entró y envolvió a Ana y a Juan casi tumbándolos. Sintieron miedo, como nunca lo habían sentido. No había otra escapatoria, así que Ana rápidamente, sin saber de donde agarró la fuerza necesaria, salió disparada por la única salida que quedaba. Medio ensangrentada por los vidrios que quebró y mareada por la caída, se levantó y se perdió en el bosque. Al mismo tiempo, Juan tomó valor, agarró su arma y corrió exclamando

- ¡Veni sancte espíritu, reple tourum corda fidelium!

mientras su alma se llenaba de un fuego que no conocía al oír salir de su boca, por una fuerza sobrenatural, esas palabras que tantas veces había repetido en situaciones mucho más tranquilas. Se perdió entonces valeroso al atravesar la puerta, sabiendo y buscando a la bestia con la que se enfrentaría del otro lado.


Nota 1: El ejercicio consistía en escribir un cuento en el que un sujeto (o sujeta) saltara por una ventana, pero sin utilizar las palabras saltar o ventana ni ninguno de sus derivados.

Nota 2: Lo que escribo es raro porque quiero encajar en la clase, fuera de ahí soy completamente normal =)