lunes, 26 de octubre de 2009

Un Dios vivo

Como decía, llegó la noche en algún punto y nuestros guías decidieron ponernos una dinámica. Una reflexión simple en la que nos vendaron los ojos y llevaron caminando agarrados de una cuerda dando algunas vueltas. Finalmente nos hicieron entrar en el cuarto y que nos sentaramos. Siguió hablando Chayo y en cierto momento noté una sensación peculiar. No sabía cómo, no sabía por qué ni donde, pero sabía, y no por deducción, sino por otro sentimiento que no puedo describir, la presencia viva, real, verdadera y poderosa del Santísimo Sacramento. Probablemente sea la primera vez que haya sentido esto, y si mi lector lo ha sentido sabe perfectamente de lo que estoy hablando. Finalmente Chayo nos invitó a destaparnos los ojos, yo no lo hice. Por alguna razón preferí dejarme la venda en los ojos, quizá sintiendo que una vez conocida la prescencia del Señor, todo lo que los demás sentidos pudieran decirme era irrelevante. O quizá simplemente así me concentraría mejor, no lo sé.

Se va terminando la hora santa. En algún punto se oye desde la grabadora una voz argentina reflexionando. En eso empieza esa canción tan especial que en lo personal (y creo que también para los demás de la frate) tuvo gran significado. La canción se llama "este camino" de Daniel Poli, y de ahí el nombre de muchas cosas.

Al terminar la oración, me tocó a mí dirigir un padre nuestro. Cual no sería mi sorpresa cuando me dí cuenta que me brinque una parte muy grande, recé mal algo que venía rezando por lo menos por más de 10 años. Finalmente se prendieron las luces y me di cuenta de algo. Llámele mi lector escéptico como le quiera llamar, pero frente el altar, justo en el centro y apenas debajo de donde estaba el Santísimo, se dibujaba con luz por medio de un juego de sombras una cruz perfecta. No lo podía creer, ya eran demasiadas muestras de la presencia de Dios. Si mi vida espiritual hasta ese momento se había compuesto totalmente de cumplir o "quedar bien", estaba ahora tomando un rumbo totalmente diferente. ¡Ahora empezaba a estar convencido de lo que siempre había creído!

Hubo otra cosa que hasta entonces noté, una auscencia. ¿Y Ale? No podía ser. Nuestros guías consideraron que lo más prudente era que se fuera, pues ya era demasiado el dolor que sentía. Mientras nosotros caminabamos vendados de los ojos, una ambulancia pasó por ella y la llevó por otro camino. Fue un golpe duro para la frate, tomando en cuenta que un misionero menos en un grupo de ocho se da mucho a notar.

Llegó la hora de dormir y dormimos.

1 comentario:

Karla Edith dijo...

Ooohh sii!! Yo tambien lo he sentido hermano y comprendo perfectamente lo que sentiste :)