lunes, 20 de septiembre de 2010

Soledad de nuestra señora

Sin esposo porque estaba
José de la muerte preso;
Sin Padre, porque se esconde;
Sin Hijo, porque está muerto;
Sin1uz, porque llora el sol;
Sin voz, porque muere el Verbo;
Sin alma, ausente la suya;
Sin cuerpo, enterrado el cuerpo;
Sin tierra, que todo es sangre;
Sin aire, que todo es fuego;
Sin fuego, que todo es agua,
Sin agua, que todo es hielo;

Con la mayor soledad
Que humanos pechos se vieron,
Pechos que hubiesen criado,
Aunque virginales pechos,
A la cruz, de quien pendía
Un rojo y sangriento lienzo,
Con que bajó de sus brazos
Cristo sin alma, y Dios muerto,
La Sola del Sol difunto
Dice, con divino esfuerzo,
Estas quejas lastimosas
Y estos piadosos requiebros:

«¡Oh retrato victorioso,
Donde el Capitán Eterno,
Por dar a los hombres vida
Venció la muerte muriendo!
¡Oh, escala de otro Jacob,
Mas con tres pasos de Hierro,
Tan alta, que por subirla
Pies y manos puso en ellos!
¡Oh, caja de mis cuchillos!
¡Oh, mesa en que estuvo puesto
Aquel soberano Pan
Atravesado en el leño!
Pues solo nos han dejado,
Yo sin Hijo y vos sin dueño,
Consolémonos los dos,
Pues los dos nos parecemos.
Hízome Dios cruz divina
Para nacer de mi pecho,
Y a vos por mayor favor
Para morir en el vuestro.
Pues como a Dios os adoran
Ángeles, hombres y cielos,
Morir en vos fue lo más,
Y nacer de mí lo menos.
Más merecen vuestros brazos
Las horas que le tuvieron,
Que los años que los míos
Le dieron dulce sustento.
Madre suya parecéis
En darle al mundo aunque muerto;
Pero daisle mil Dolores,
Y yo le parí sin ellos.
Leona sois en el parto,
Aunque yo os le di Cordero,
Mas, pues que blanco os lo di,
¿Por qué me le dais sangriento?
Cuando en mi parto no os vi,
Y vos me veis en el vuestro,
Aunque pues fue sobre tablas,
Bien puede pensar maderos.
Bien me llamaron María
Por la amargura que tengo,
O porque vos, nave santa,
Habéis pasado mi estrecha.
Pero puesto que soy mar,
Tanta ventaja os confieso,
Que desde que fuistes fuente
En vuestras aguas me anego.
Fue del Espíritu santo
Mi virgen vientre cubierto,
Para que estando a su sombra
Sufriese el Sol tan inmenso.
Y aquí a la sombra de un árbol
Vivo de mi Sol tan lejos
Que con ser del cielo gloria
Amanece en el infierno.
Huerto me llamó mi Esposo,
Mas no pensé que mi huerto
Hubiera un árbol tan fuerte
Que tuviera a Dios en peso.
Aquel fruto soberano
Fue de mi vientre primero;
Nació como trigo en pajas;
Racimo me le habéis hecho.
¡Oh dulce leña de Isaac,
Llevada en hombros más tiernos!
¡Dadme esa estampa de sangre,
Pues que no me dais el cuerpo!

»Dijo la Virgen María,
Y dándole dulces besos,
Dio rosas y tomó rosas
La zarza verde en el fuego.
Corazón de piedra duro,
Quedad llorando deshecho,
Que la muerte de Dios hombre
Las piedras parte por medio.

-Lope de Vega

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