lunes, 24 de agosto de 2009

A veces me pregunto sobre el culpable real de la situación actual del cristianismo en el mundo (y en lo particular). Es decir, hace más de 2000 años que Dios se hizo hombre y, lejos de haber acogido su mensaje, la mayoría de los hombres viven como si la vida terrena fuera el principio y el fin de su existir. Se dijo "amarás a Dios" y deciden amar el dinero, "no jurarás" y se respeta menos a Dios que de los animales. También se dijo que "hay que amar al prójimo" y los rencores, burlas, fraudes, asesinatos, calumnias, etc. son cosa diaria. "Perdona siete veces siete al enemigo" y a veces ni siquiera una vez se perdona a quien está verdaderamente arrepentido. "No hay que acumular tesoros en la tierra si no en el cielo" y la vida se nos pasa buscando poder, conocimiento, prestigio y dinero. "Dad de comer al hambriento, de beber al sediento, de vestir al desnudo, visita al enfermo, al preso y hospeda al extraño" y todavía no logramos ni siquiera entre nosotros mismos darnos un poco tiempo para los demás. Y bueno fuera que estuviera hablando de gente que no cree, no, estoy hablando de católicos creyentes, incluso comprometidos. ¡Qué fácil se puede torcer o evadir lo que dice en el evangelio!

Lo más triste es que cuando llega el momento de contestarme, me doy cuenta que si no vemos el reino de los cielos aquí en la tierra, ni los milagros y las conversiones como alguna vez se daban, es por que, además de la falta de fe, a los católicos comprometidos nos falta tomar conciencia de que no hay que bajar la guardia ni un solo instante. De que si nosotros no lo hacemos nadie más lo va a hacer. De que morir por Cristo hoy es el morir diario y la perseverancia apostólica, que lejos de llevarnos a un martirio nos llevará a un desprecio de la sociedad. Ser los radicales entre los radicales no es una opción, es una necesidad. La permisividad, secularización y apostasía es lo que nos tienen como estamos. Buscar cambiar eso nos corresponde y sin una actitud de mejora espiritual continua y de entrega total a Dios y al prójimo nada podemos hacer. Con Dios no hay medias tintas, o estás con Él y le entregas todo construyendo, o estás contra Él y destruyes (aun que creas que "no haces nada malo"). Hay que darnos cuenta que la vida espiritual y, más concretamente, Dios no es solo una parte importante de nuestra vida sino lo MÁS importante y por lo tanto algo que, independientemente de las actividades mundanas que hagamos, tenemos que tener siempre presente.

A veces creo que tiene razón quien dijo que vivimos en una era de enanos en comparación de los gigantes de antaño. ¡Desmintamos eso!

)2.

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