viernes, 19 de septiembre de 2008

Y Chayo habla:


(adaptación de las palabras de Chayo, apóstol de nuestro Señor Jesucristo por el amor de Padre y la gracia del Espíritu Santo y hermano mío en Cristo Jesús)

Fuimos de visiteo Andrea y yo como los días anteriores. De toda el área que nos tocaba visitar, tan sólo una señora nos abrió la puerta. Después de platicar un poco con la señora, nos menciona de unas casas que casi nunca son visitadas por los misioneros. El lugar se llama "el molino" y se encuentra "por este camino todo derecho". Decidí junto con Andrea aventarme la caminata. Imagínense ahora un camino de terracería. Como esos de las películas que se pierden en el horizonte. No había nada a la derecha y nada a la izquierda: solo camino. Después de un buen rato de andar, nos topamos con un caballo y su niño (¿o era al revés?) y le preguntamos por el molino. El niño quitado de la pena nos dijo: "¡¿el molino?! nembe todavía le cuelgan unos kilometros"

Nos desanimamos un poco pero seguimos caminando, el calor era impresionante y no había ni una sombra en donde descansar y además se nos había olvidado llevar agua. Después de un rato me acuerdo que vimos a nuestra derecha un cementerio. Mientras estaba viéndolo, sentí como el morral golpeaba contra mi pierna a cada paso. Decidí sacar la Biblia, que era lo único que traía y le dije a Andrea que la abriera para ver que nos decía el Señor. La primera frase que se leía al abrirla decía: "Sigan por este camino". La impresión en los dos no se dejó esperar y con ánimo renovado seguimos caminando más felices y con más amor.

Entonces poco a poco se fue acercando un árbol, él único alrededor que daba una sombra decente. Decidimos descansar ahí pero cuando nos acercamos vimos a un señor de sombrero y machete acostado a lado de su bicicleta. Preguntamos por el molino y cual sería nuestra sorpresa cuando nos contestó: "están en él". No se veía nada alrededor. Preguntamos por las casas y nos pidió que los siguieramos. Fuimos (nosotros caminando y el en bici) por una pequeña brecha que se abría por entre el monte. Después de un rato me empezé a preocupar por que el señor iba muy callado y traía un machete, además de que cada vez ibamos por caminos más metidos y dificiles, por lo que me puse adelante de Andrea.

Pronto descubrí que mis miedos eran infundados: llegamos a tres casitas muy humildes que pertenecían a una sola familia encabezada por un señor y una señora mayores. Alguien pensaría que tanto caminar para llegar a tres casitas es algo poco práctico. Pero la manera en la que nos recibieron fue algo para recordar. El agua de noria que probé, no sé como pero estaba más fría que si estuviera congelada y es el agua más rica que he probado en mi vida. Nos recibieron con un amor impresionante y aún teniendo muy poco, nos lo ofrecieron, y tuvimos un muy buen rato de plática con ellos. La efusividad y habilidad para platicar de Don Telo, un señor alto, de sombrero y botas, moreno y de ojos verdes, era algo impresionante. Las tres generaciones de la familia se notaban sedienta de Dios y increiblemente alegres de recibir a los misioneros y platicar con ellos.


La alegría que sentíamos cuando Chayo terminó de hablar no se puede expresar con palabras.

2 comentarios:

Karla Edith dijo...

aww =') no manches.. que hermosoo..

Karla Edith dijo...

Acabo de leer esta entrada de nuevo.. que pex con esto, estoy en shock!

"Entonces poco a poco se fue acercando un árbol" QUE IMPRESIONANTE!!!! UN ARBOL CAMINANDOO!!!!!!!!!!!!!!! que fuerte experiencia hermano.