Sentado escribía. La mano en la sien implica desesperación. ¿Hasta cuando Señor? Tus hijos asesinan, secuestran, violan, atacan. Tus hijos pecan. Tus hijos son todo menos hermanos entre sí. Cada día su corazón agusanado se corrompe más. Y así, con cada nueva noticia, con cada nuevo evento, somos cada vez más indiferentes.
Si solo las personas "malas" o enemigas del Reino, fueran las que pecaran y alejaran a los hombres de Dios, no habría tanto problema. De un enemigo esperas problemas y adversidades. ¡Pero tú! ¡Tú que te dices su hijo y lo traicionas! Un día Lo amas con todo tu corazón y quieres gritarle al mundo que ha resucitado, pero al siguiente entra en tí la indiferencia y la tibieza y no haces nada al respecto o obras en Su contra. Y es que no hacer nada es lo mismo que ir en contra. Por que como ya he dicho, no es tiempo de niñerías, es tiempo de santidad. Si nos quejamos de tanta violencia en nuestro mundo, país, ciudades y colonias, y ya nos dimos cuenta de que las soluciones de los hombres no han llegado a ningún lado, pues hay que tratar algo nuevo, algo insólito que quizá la gente se imagina pero que no tienen idea hasta que grado puede llegar. Es el amor de Dios, la redención de nuestros pecados por Cristo y la gracia que sólo el Espíritu Santo puede dar.
Si actuamos en su nombre y en el camino a la santidad, otra cosa sería. Seguiría habiendo enemigos, pero al menos los enemigos serían conocidos y declarados, no como ahora que se encuentran silenciosos hasta en nuestra propia casa. Y entonces podríamos verdaderamente hablar de la construcción del Reino aquí en la tierra. Si no somos parte de la solución, somos parte del problema y el que no está con Cristo está contra Él.
Hace 10 años.
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